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Los sorprendentes beneficios de hacerle auditorías a la vida privada

Tendemos a pensar que los buenos matrimonios y las familias felices nacen del amor y el cuidado, no de hojas de cálculo. Pero, ¿y si eso está mal?

Mi marido llevaba años tratando de convencerme sobre este método hasta que finalmente cedí. Como él era un consultor de eficiencia que alguna vez había trabajado en la industria automotriz en Japón, quería que viviéramos nuestra vida al “estilo Toyota”. Yo, en cambio, no quería que él metiera sus hojas de cálculo en mi vida personal.

No obstante, tiempo después, ya con una casa, un bebé y algunos cambios en mi vida profesional, mientras doblaba diminutas playeritas a la vez que hacía una entrevista y mecía con mi pie la silla del bebé, cedí. Me sentía abrumada. Tal vez, a fin de cuentas, una hoja de cálculo sí podría ayudar.

El método, como ahora lo estaría gritando mi marido, desde luego que es más que una simple hoja de cálculo. Está basado en el concepto japonés de kaizen, o mejoría constante, que se hizo famoso en 2001 cuando Toyota lo nombró como uno de los pilares del éxito de la compañía. Eliges una meta, deduces cuáles son sus principales componentes, reúnes datos sobre esos componentes y piensas qué puedes hacer para acercarte más a esa meta.

En el caso de Toyota, la meta era alcanzar una mejor calidad en el trabajo y mayores ganancias. Cuando trasladamos esa idea a nuestra vida doméstica, la meta era más sencilla, pero también más complicada: la felicidad. No estábamos seguros sobre qué la creaba, así que decidimos reunir datos sobre todo tipo de hechos: cuántas horas dormíamos cada noche, cuánto tiempo invertíamos en los quehaceres del hogar o en cuidar a los niños, el tiempo que teníamos para estar solos cada uno, momentos para socializar, tiempo en el tránsito y todo lo que se nos ocurriera. Asignamos una puntuación de uno a diez a cada día, y luego escribíamos una razón preponderante por haber otorgado esa calificación: dormimos poco, nos fue fatal en el trabajo y, a veces, “malos sentimientos en la relación”.

Al poco tiempo, comenzamos a vislumbrar patrones: resulta que el número mínimo de horas que debo dormir para no querer huir de mi familia son cinco y media. Tener menos de una hora a la semana de tiempo solo para mí también me ponía mal. Mi esposo se percató de que su felicidad aumentaba o disminuía si pasaba algunas horas con sus amigos o sobreviviendo en el tránsito.

Así que empezamos a tratar de mejorar nuestras puntuaciones. Empezamos con cosas pequeñas. Intenté modificar mi carga de trabajo para poder pensar y leer más. Mi esposo comenzó a tomar el tren para poder irse en bicicleta al trabajo desde la estación y así, además de estar menos horas en el tráfico, incluía un poco de ejercicio en su día.

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Extraído de: NY Times 25/05/2019